Primera historia

Obviamente no es la primera historia del mundo, sino que la primera en este blog y tengo el honor de escribirla yo, tan sólo porque tengo el tiempo que al resto le falta. Como el tema de este blog es el precio que cada uno se pone, les voy a contar de lo bajo que es el mio.
No sé por qué cada vez que me gusta una mina tengo la mala suerte de que yo no le gusto de vuelta. A la cabeza se viene la clásica frase "hay más peces en el mar", que si bien es cierta no sirve de consuelo, porque uno como idiota que es no más, se queda enganchado de la mina que no lo pesca, y es en ese momento donde empezamos a vendernos en un principio sin darnos cuenta pero ya pasado el tiempo lo vamos haciendo con total conciencia y rompiendo las leyes de la oferta y la demanda, ofreciendo un precio incluso más bajo que el de costo. Al comienzo se tiene la esperanza burda de que ella se dará cuenta de lo que tiene en frente, de que de verdad valemos la pena por lo menos el intento, y empezamos a invitarla a salir a bailar, al cine, a comer, etc..
Cuando nos vamos dando cuenta que la cuestión no está funcionando, comenzamos a tomar una posición más horizontal (por no decir arrastrado), y ahí nuestro precio ya va en picada, empezamos a estar disponibles cuando ellas quieran, para lo que ellas quieran, sabiendo que nuestro objetivo no va a ser alcanzado, lo hacemos igual. Puede ser que es porque en el fondo somos buenas personas, pero también influye demasiado nuestra fe ciega en que esta puede ser la vez indicada, o que en esta ocasión algo va a pasar, es como creer que Bill Gates se te va a acercar en la calle y te va a ofrecer ser su heredero.
Con esto no pretendo acabar con las esperanzas de todos, pero sirve para enfrentar la realidad: si ella no te pescó incluso cuando ofreciste todo lo que tenías y podías dar e incluso más, entonces es muy difícil que te pesque después.
Lo peor es que ellas no tienen la más mínima culpa, nosotros somos quienes decidimos vendernos a bajo precio, y aunque no queramos aceptarlo lo hacemos porque nos gusta, y lo más probable es que lo sigamos haciendo hasta que alguna vez nos resulte.